Por: Pamela Monestel Zúñiga, Antropóloga social
El 6 de marzo del 2020 Costa Rica reportó el primer caso por Covid-19 y a partir de ese instante la dinámica social costarricense comenzó a cambiar. Las autoridades sanitarias promulgaron una serie de medidas orientadas a la disminución del contacto físico -distanciamiento social- como una de las barreras para evitar la propagación, aunado a las indicaciones del correcto lavado de manos y el protocolo de estornudo.
Nunca habíamos visto y vivido una pandemia que estuviera tan anclada en los hábitos y las prácticas de las personas. Esto ha significado un reto enorme para las instancias de salud y para cada uno de nosotros, porque hemos tenido que cambiar la forma en que socializamos con los próximos y los ajenos. El Covid-19 ha tocado la fibra más sensible del ser humano: su necesidad de tacto y de relación.
En este momento tenemos muchas preguntas sobre cómo llevar la cotidianidad y sobre cómo podremos salir de esto como sociedad. Tal vez una respuesta posible sea el planteamiento filosófico y político del Buen Vivir. Es momento de comprender, de una buena vez, que la salud es un producto social determinado por múltiples procesos y empezar a hablar de construir de manera colectiva -que incluye lo individual- conceptos más mancomunados e integrales que nos permitan como sociedad ser más saludable durante y post Covid-19.
El concepto Buen Vivir −en Ecuador− o Vivir Bien −en Bolivia− (Sumak kawsay, Suma qamaña) es la formulación de una mirada hacia dentro en América Latina. Es una propuesta filosófico-política que parte de diversas concepciones de los pueblos originarios como una alternativa a la concepción de desarrollo humano.
Este concepto es una crítica y alternativa al capitalismo, a la forma en la cual nos relacionamos entre nosotros y con la naturaleza. Puede traducirse en una alternativa de desarrollo, en una guía de viaje puesto que traza una línea entre la sociedad-la naturaleza- el desarrollo.
Esta propuesta no puede ser entendida como algo acabado, puesto que se basa en sistemas culturales indígenas suramericanos que poseen una cosmovisión y unas realidades diferentes a las del resto de América Latina, pero brinda una vista panorámica sobre la armonización de estos tres elementos y puede constituirse en un marco para diálogo social.
Existen diversas significaciones e interpretaciones sobre el concepto del Buen Vivir, a manera de resumen podríamos decir que es: vida en plenitud y en armonía entre las personas y su medio ambiente y una de sus máximas es: no se puede vivir bien, si los otros viven mal.
Nunca una enfermedad nos enseñó la importancia del bienestar del otro para estar bien uno mismo y viceversa. El Covid-19 es la manifestación tácita de la interrelación colectivo-individuo.
Retomar el planteamiento del Buen Vivir puede ser una alternativa interesante ante la situación generada por este virus y puede ser aplicada en la inmediatez, pero aún y más importante post Covid-19 como una propuesta de ideal de sociedad.
Mientras convivimos con el Covid-19 las propuestas del Buen Vivir podemos matizarlas para construir desde nuestro espacio más íntimo, el hogar, hábitos y prácticas saludables que nos permitan cohabitar de manera armónica con nosotros mismos y con nuestros próximos. Esto sin recurrir a estar siempre en línea, a permanecer siempre ocupados o ser consumidores de imágenes, sino a través de acciones pequeñas que pueden ir incidiendo en la forma de concebirnos como personas más integrales y menos como consumidores.
Algunas premisas importantes que valorar:
- Somos los que comemos: si bien esa premisa puede ser muy tajante, encierra una gran verdad porque la alimentación es el combustible vital para funcionar. La alimentación que tenemos nos da pistas sobre: nuestra socialización, nuestras emociones y nuestro autocuidado. La sociedad actual ha relegado el tiempo para cocción de los alimentos y hemos privilegiado el consumo de alimentos ultra procesados. Ahora tenemos tiempo para revalorar el papel de la alimentación en la salud física y mental y como espacio para compartir y comunicarnos entre los miembros del grupo familiar.
- La empatía social: las formas de expresar solidaridad, respeto, preocupación e interés por otros nos conecta con la comunidad y nos recuerda que somos seres sociales. Debemos empezar a interesarnos por lo que ocurre en nuestro barrio, edificio de apartamentos, condominio, comunidad, distrito, cantón, provincia y país. Estamos interconectados y todo lo que ocurra a nuestro alrededor nos afecta a nosotros y si no lo hacemos de manera directa, afectamos a los otros y eso nos debe importar.
- El movimiento: la actividad física es vital para cualquier organismo vivo, además ayuda a la reducción de los niveles de estrés. La actividad física nos conecta con nosotros mismos y nos ayuda a nivelarnos, es un tiempo para estar con nuestra mente y cuerpo.
- Conectarse con la naturaleza: sabemos que en estos tiempos no todos tenemos el acceso a patios o zonas verdes, pero siempre está la posibilidad de sembrar una planta en casa, poner un pedazo de papaya a los pajaritos, detenerse a escuchar los yigüirros o los pericos, cuidar una mascota. Acciones que nos recuerden nuestra conexión con la naturaleza y nos brinden un alto en la rutina diaria. Recordemos el patio o el corredor de nuestros abuelos, la naturaleza siempre estaba presente en sus vidas.
- El respeto por el espacio: es importante gestionar de forma adecuada y solidaria el espacio de la casa durante la cuarentena. Esto no es un tema de cuantos metros cuadrados posea mi casa, ni cuantas habitaciones, sino de negociación de la privacidad, de ceder el uso de espacios a los otros para que tengan momentos a solas. Claro está, sin olvidar la importancia de generar acciones para compartir entre los miembros del núcleo social con el cual convivimos. Retomemos el vernos a los ojos preguntar no sólo como estás y no quedarnos con la respuesta de estoy bien sino de repreguntar ¿y por qué estás bien?
- Recolectar el conocimiento tradicional de nuestra familia: si algo nos ha dado esta situación es un tiempo menos acelerado que nos puede permitir reconectar con nuestra herencia. Puede ser un buen momento para recopilar la genealogía de la familia, las recetas de preparaciones tradicionales que la abuela, el abuelo, el tío panadero, la prima que estudia cocina, o reorganizar el álbum de fotos familiar y anexarse historias asociadas a esa foto. Esto permitirá una conexión con nuestros familiares, una forma constructiva de gestionar el tiempo, siempre respetando la indicación de no salir de casa, pero recurriendo a la tecnología que nos conecta.
Son tan sólo algunas ideas de cómo construir un Buen Vivir desde nuestra trinchera, para generar poco a poco nuevos valores de tolerancia, respeto y solidaridad por los otros y por nosotros mismos, que no impliquen consumir.
¿Y los vulnerables?
Algunos de ustedes dirán que estas premisas no se aplican al 21% de los hogares en pobreza que tiene Costa Rica, o bien a todas aquellas mujeres, niños y niñas para las cuales el hogar no es un lugar seguro, o para el porcentaje creciente de población en desempleo.
Debo decirles que tienen toda la razón, no son posibles. Pero de aquí parte la importancia vertebral del Estado Social. ¿Cuántas veces escuché a amigos decir ‘pago mucho a la CCSS y ni uso sus servicios’? Bueno, ahora pueden entender la importancia de un sistema de salud solidario, de acceso universal y la importancia de la palabra un servicio para TODOS y TODAS.
El trabajo post Covid-19 no será fácil, las crecientes desigualdades sociales hacen que lo básico sea nulo en muchos hogares y nos exige como ciudadanos generar acciones y ejercer control social. Debemos como país -Estado, ciudadanía, empresas, comunidad- trabajar para construir una nueva forma del Buen Vivir, en el cual las personas no sean vistas sólo como medios, sino fundamentalmente como fines.
Una sociedad organizada para promover el bien de sus miembros, pero también regulada por una concepción de justicia social para que como dice el postulado de los Objetivos de Desarrollo Sostenible: nadie se quede atrás.
La Costa Rica post Covid-19 tendrá un conglomerado social muy vulnerable, seremos un país más desigual pero también esperemos ser un país con una nueva valoración de la importancia del Estado social y de la institucionalidad pública. Tenemos la oportunidad como sociedad de repensarnos, de construir un ideal de sociedad costarricense. Una sociedad que redefina lo que entendemos y queremos en ese Buen Vivir para todos y todas, recordando cada día que: no se puede vivir bien si los otros viven mal.
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