Por:Dra. Karla Solís, Colegio de Profesionales en Nutrición
Es frecuente que las personas controlen menos su ingesta de alimentos y cantidades de comida cuando están en casa, esto aplica para cuando llegamos del trabajo, para los niños y jóvenes en vacaciones, y actualmente, por los días en casa para evitar la propagación del Covid-19 y una Semana Santa diferente.
En muchas personas, el aislamiento produce estrés y ansiedad, no solo por la sensación de “encierro” y el control del peso, sino también por el trabajo y la situación económica. La estrategia para controlar esta situación se debe basar en un análisis sincero de la causa real.
Podríamos estar simplemente frente a una ansiedad generalizada, o podría ser que nos estemos enfrentando a un hambre emocional, causada por la sensación de soledad o libertad cuando estamos en casa. O en el caso de la Semana Santa, por recuerdos emocionales con los alimentos tradicionales.
La ansiedad es un estado de angustia o aflicción que puede sufrir una persona sin necesidad de existir motivo, o bien por una preocupación o estrés que conlleve a la perdida de control o sensación de no tener solución al problema presentado. Lo ideal es poder identificar su causa y no solo tratar de taparlo con técnicas de contención.
Eso nos lleva a cuestionarnos si el hambre y el aumento de consumo de alimentos no podría ser otra causa, como una predisposición genética a comer de más o que tenga una relación de consuelo con la alimentación.
En el aspecto genético se ha identificado que el Gen FTO -perfil genético asociado al aumento de peso corporal- tiene gran influencia en los hábitos dietéticos y está relacionado con la Grelina, una hormona segregada por nuestro estómago que se encarga de decirnos cuando estamos satisfechos.
Se sabe que las personas que portan el “alelo malo o menos favorable”, no logran identificar cuándo están satisfechos, y por ello pueden llegar a consumir grandes cantidades de alimentos. Estas personas tienen un 70% más de posibilidades de desarrollar obesidad que personas que porten la versión más favorable de este gen.
Por otro lado, podríamos estarnos enfrentando a un hambre más emocional: ¿Ha sentido que descarga su estrés, tristeza o alegría con los alimentos? Sí, es difícil estar desligado de esas sensaciones.
Identificar cuándo se tiene hambre emocional y cuándo es hambre real
Si es hambre real, cualquier alimento la va a tranquilizar, pero si es hambre emocional, no todo alimento va a funcionar, por eso debemos tratar de identificar aquel alimento que realmente necesitamos.
Por ejemplo, en esta época de Semana Santa, alguien que en su infancia disfrutaba mucho de esta época, iba de paseo, y llevaba consigo empanadas de chiverre, puede ser que en estos días sienta la necesidad de compañía y por lo tanto desee las empanaditas.
Si lo que se compra es una torta chilena, que de paso no consumía en su niñez, no va a lograr satisfacer su necesidad real, y esto la puede llevar a seguir consumiendo productos dulces en exceso, sin llegar a sentir la sensación que estaba buscando.
Para aplicar la alimentación consciente, primero busquemos comer los alimentos en un lugar tranquilo, libre de distracciones y aparatos tecnológicos; podemos poner música suave y relajante.
Activemos todos nuestros sentidos: oler el alimento, sentirlo, verlo detenidamente y por supuesto buscar saborear cada bocado, masticar lentamente, y sentir a la hora de deglutir el alimento que debe estar completamente triturado.
Mantenerse activo es básico siempre y lo podemos apoyar con otras técnicas:
- Ayuno: podríamos probar técnicas de ayuno bien planificadas.
- Realizar solo 3 tiempos de comida si siente que no controla las cantidades.
- Realizar 5 tiempos de comida bien estructurados y de pequeña cantidad, si la sensación es más de hambre constante durante el día.
- Consumir diariamente 5 porciones de frutas y vegetales.
- Vigilar el consumo de agua y la hidratación diaria, el hambre se confunde fácilmente con sed.
Todas estas pautas no funcionarán sino controlamos lo primero que son las compras. Y estos días nos dejaron claro que, en las compras de pánico, los ticos no están escogiendo alimentos saludables, se agotaron las galletas dulces, los panes, las palomitas, etc.
Pensemos bien lo que compramos, que en nuestro hogar no hayan “tentaciones” y que sea un hogar fortalecedor de nuestro sistema inmune con frutas, vegetales, granos y semillas.
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