Por: Irene Zamora, Máster en Bienestar Emocional, Kokoro Bienestar
El Mindfulness es un práctica milenaria dentro del contexto budista que en la actualidad ha sido conceptualizada como una habilidad psicológica y se integra a abordajes psicoterapéuticos para el tratamiento de ansiedad y depresión, entre otros.
El objetivo fundamental del Mindfulness va encaminado a dotarnos de un método para aprender a gestionar las emociones, reacciones, actitudes y pensamientos con el fin de afrontar las situaciones que nos presenta la vida, mediante la práctica y el perfeccionamiento de la conciencia plena.
Algunos beneficios del Mindfulness son:
- Disminución significativa de los niveles de ansiedad, depresión y estrés.
- Disminución del dolor crónico y las cefaleas.
- Reducción de la presión sanguínea y los niveles de glucosa.
- Bienestar psicológico.
- Crecimiento de la capacidad de concentración.
- Fortalecimiento de las habilidades emocionales, la auto-conciencia y la autorregulación de emociones.
- Mejoramiento de las habilidades interpersonales.
- Favorecimiento de la creatividad
- Mejoramiento de la alimentación.
¿Cómo nos ayuda el Mindfulness al manejo de nuestras emociones?
Los estímulos que desencadenan las emociones discurren en dos vías:
- La vía corta (evaluación automática): Va de los centros sensoriales directamente a las regiones subcorticales como la amígdala en donde se generan los diversos componentes de la respuesta emocional. Hay muy poca sinapsis y se produce una respuesta a gran velocidad. El ejemplo sería cuando de un momento a otro aparece un estímulo que amenaza nuestra vida.
- En la vía larga (evaluación reflexiva): La información se procesa por la corteza sensorial y esto exige más tiempo.
Según Vicente Simón, “la práctica continuada de Mindfulness, hace que el intervalo entre el desencadenante de la emoción y la aparición de la respuesta emocional se vaya haciendo cada vez más largo, es decir se fomenta la evaluación reflexiva, dándonos tiempo para recapacitar y pensar cuál es la respuesta apropiada para la situación en que nos encontramos.”
Conectar con las emociones que sentimos en momentos de vulnerabilidad nos ayuda a vivir el proceso de una manera diferente. Durante este proceso es probable que conectemos con emociones placenteras como la solidaridad, el amor al prójimo, la compasión y la gratitud, pero también habrá momentos en los que conectaremos con emociones no placenteras como el miedo, la incertidumbre, la frustración y quizás hasta la resignación.
Es importante no juzgarnos por la emociones que sentimos. Las emociones no vienen para permanecer, son nuestros pensamientos los que se apoderan de la emoción.
Por ejemplo, el miedo nos indica que estamos en riesgo para llevarnos a una acción.
Si alimentamos el miedo con pensamientos ubicados en hipótesis sobre el futuro entramos en pánico. Por el contrario si tomamos una pausa sentimos el miedo en este momento presente es probable que nuestra acción esté más orientada a resguardar nuestra supervivencia y la de personas que amamos con estrategias de prevención que conllevan análisis y planteamientos acoplados a una realidad actual donde nuestro marco de acción depende de nosotros, lo cual dará un resultado más sano que un estado de pánico. Y probablemente una vez que hayamos sentido y accionado en el aquí y en el ahora nos embargue una sesión de seguridad y de calma.
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