Por: Ernesto González, Licenciado en Ciencias Pedagógicas
No hay verdad más evidente que un día detrás de otro. Pero, ¿cómo será el siguiente, igual al anterior, igual que ayer, antier?
Esto nos conlleva a referirnos a la relación rutina – planificación. ¿Rutina? Costumbre inveterada, hábito adquirido de hacer las cosas por mera práctica y sin razonarlas. De dicho concepto, podría inferirse que la palabra rutina, suele llevar asociada una connotación negativa "mera práctica y sin razonarlas”.
Las cosas, los hechos, suceden una y otra vez, nada sucede, nada cambia. Por ejemplo, un despertador que suena – a veces agradable, otras desagradable –. Cuando no se aprecia -en el caso de un buen resultado o no, para ser reorientado-, el producto del trabajo de la persona, ante el estudio, en la vida laboral de forma sistemática, por quienes les corresponde, en la persona misma y sobre todo cuando no hay fluidez en la comunicación entre las partes (evaluado – evaluador) el primero se puede ver afectado, deteriorándose el ánimo, inclusive la actitud y disposición en las diversas áreas de la vida, desde la pareja, el sexo y los estudios, hasta el trabajo, el ocio y las relaciones sociales y familiares.
¿Y de suceder lo contrario? Es decir, sobreponerse a la búsqueda de mejores resultados, a que cada día sea diferente y mejor que el anterior. Zumbido: 4:30 a.m. apagar el abanico, tratando de disminuir la intensidad de los calores -descontrolados por los vaivenes del cambio climático-, rasurarse, ducha, despertar a la familia, unas a la escuela, otras al trabajo, desayuno, ver las noticias de lo sucedido ayer, o de lo que acaba de suceder.
Al llegar a la universidad, mucho antes que los estudiantes y el resto de mis compañeros y compañeras de trabajo, primero: revisar la agenda, para recordarme del día anterior, lo que quedó pendiente, lo que no se concluyó, por alguna reunión de imprevisto; segundo: chequear el correo electrónico, noticias de los medios de comunicación escrito, de otros periódicos en función de la noticia, tanto en el ámbito político, económico, obviamente en temas educativos, entre otros; tercero: desde preparar una nueva clase o revisar la que toca en el día, diapositivas, evaluaciones ya calificadas o por calificar hasta la búsqueda e investigación de aspectos en el campo de la metodología y la didáctica relacionadas con mis funciones correspondientes, a mi puesto de trabajo.
Un alto a la hora de almuerzo, y 59 minutos después, de nuevo a la “carga” y la faena continua, ¿Hasta cuándo? Todo dependerá de que se cumpla lo planificado, dando espacio también para los imprevistos. Al caer el sol, retomo lo pendiente, ¿Qué tenemos para mañana y en la próxima semana? Una sonrisa, que evidencia la satisfacción del deber cumplido y a casa, una llamada telefónica a mi compañera “¿te falta mucho? Nos vemos en casa, dentro de…”.
¿Todo lo antes descrito puede catalogarse como rutinario? Para mí no, ¿y en su caso?
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