Patrocinio

La confesión: el abrazo de la misericordia

“Fuera de la misericordia de Dios, no existe otra fuente de esperanza para el hombre”, san Juan Pablo II.

Bernal Campos Retana

Bernal Campos Retana

Por: Bernal Campos Retana, sacerdote

En el corazón de la Cuaresma, cuando la Iglesia nos invita a la conversión, resuena con especial fuerza la llamada a redescubrir el sacramento de la confesión. En un mundo donde se exalta la autosuficiencia y se relativiza el pecado, la confesión se presenta como un oasis de misericordia y de esperanza, un lugar de encuentro con el amor de Dios que sana y transforma. Sin embargo, muchos cristianos han dejado de recurrir a este sacramento, privándose de una de las experiencias más profundas de la paternidad divina.

Un Dios que perdona siempre

En el Evangelio de san Juan (20, 19-31), Jesús resucitado se aparece a sus discípulos y les dice:

Reciban el Espíritu Santo. A quienes les perdonen los pecados, les quedarán perdonados.

Con estas palabras, instituye el sacramento de la reconciliación, confiando a sus apóstoles el ministerio del perdón. Dios, que nos ha creado y redimido, quiere también restaurarnos continuamente con su amor infinito.

San Josemaría Escrivá, el fundador del Opus Dei, relataba cómo muchas personas, al descubrir que Dios perdona siempre, se acercaban maravilladas a la Iglesia:

Un Dios que nos saca de la nada, que crea, es algo imponente. Y un Dios que se deja coser con hierros al madero de la cruz, por redimirnos, es todo Amor. Pero un Dios que perdona, es padre y madre cien veces, mil veces, infinitas veces.

Un encuentro con la misericordia

El Papa Francisco, en su primer Ángelus, compartió la historia de una anciana que se acercó a confesarse. Él le preguntó si creía que Dios lo perdonaba todo, a lo que ella respondió con gran sabiduría:

Si el Señor no perdonara todo, el mundo no existiría.

El Papa comentaba que este testimonio refleja la esencia del sacramento: Dios nunca se cansa de perdonar, somos nosotros quienes nos cansamos de pedir perdón.

Patrocinio

Jacques Philippe señala que la confesión es una ocasión única de experimentar la paternidad misericordiosa de Dios. No es el lugar donde un juez dicta sentencia, sino donde un Padre nos abraza, nos levanta y nos devuelve la dignidad perdida. Para el penitente, es una fuente de paz y alegría espiritual. Para el sacerdote, es un privilegio ser testigo de la transformación que la gracia opera en los corazones.

El confesionario: un lugar de victoria

El padre Mike Schmitz, en una entrevista, respondía a quienes creen que escuchar confesiones es deprimente:

Sería deprimente si tuviera que ver a uno que deja a Dios, en cambio estoy con la gente cuando vuelve a Él. El confesionario es un lugar en donde la gente permite que el amor de Dios venza. El confesionario es el lugar más alegre, humilde e inspirador del mundo.

Schmitz describe tres realidades que percibe en cada confesión: en primer lugar, ve la preciosa misericordia de Dios en acción; en segundo lugar, es testigo privilegiado de alguien que lucha y no ha tirado la toalla (un "santo en fase de fabricación"); y, en tercer lugar, confronta su propia alma, porque el confesionario es un espejo donde el sacerdote ve su propia necesidad de conversión.

La confesión es el gimnasio del alma

San Josemaría decía que muchas personas que afirman haber perdido la fe, en realidad lo que han perdido es la limpieza del alma. "Ponte de rodillas y haz una buena confesión", aconsejaba. Y después de hacerlo, el penitente se levantaba con la fe renovada. El pecado ensucia la mirada del alma, pero la confesión nos devuelve la claridad para ver a Dios.

Además, la confesión frecuente no solo nos limpia del pecado, sino que fortalece nuestra voluntad en la lucha por ser santos. Es el gimnasio del alma, donde aprendemos a levantarnos después de cada caída y a perseverar en el camino hacia la santidad.

El sacerdote: barrendero de Dios

Para muchos, la vergüenza es un obstáculo para confesarse. "¿Y si el sacerdote me juzga?", piensan. La verdad es que los sacerdotes no tienen tiempo para recordar los pecados que escuchan porque, aunque no lo parezca, estos no son lo importante. No olvidemos que, en la historia de la salvación, el protagonismo lo tiene el infinito amor y misericordia de Dios, no nuestros pecados y miserias.

Como dice el padre Mike, los pecados “no son puestas de sol memorables o lluvias de meteoritos o películas de suspense… son más parecidos a la basura. Y si los pecados son como la basura, entonces el sacerdote es como el barrendero de Dios”.

La Cuaresma: tiempo para volver al abrazo del Padre

La Cuaresma es un tiempo propicio para redescubrir este sacramento. Jesús nos espera con los brazos abiertos para caminar con nosotros hacia la Pascua, dispuesto a sanar nuestras heridas y a devolvernos la paz. No hay pecado demasiado grande para su misericordia.

Te invito a que en esta Cuaresma fijes una fecha concreta para confesarte. No esperes un momento “ideal”, ve con confianza y deja que Dios haga el resto. Que la Virgen nos conceda que esta Cuaresma sea un tiempo de regreso a la casa del Padre, al amor de un Dios que nunca se cansa de perdonar.

Síganos en: Instagram | Facebook  | X  | Youtube 

Nadie puede levantar el secreto de la confesión

confesión
Nuevo protocolo para Confesión en Costa Rica
Colaboración

Comentarios

Las colaboraciones enviadas a aDiarioCR.com son responsabilidad exclusiva de sus autores. aDiarioCR.com no se responsabiliza por su contenido.

 

About the Author: Colaboración

Las colaboraciones enviadas a aDiarioCR.com son responsabilidad exclusiva de sus autores. aDiarioCR.com no se responsabiliza por su contenido.
Patrocinio

Recommended For You

aDiarioCR.com