
Por: Dr. Rodolfo Hernández, ex director Hospital Nacional de Niños
La pandemia de la Covid-19 ha traído grandes desafíos al país en las áreas de salud, educación, economía, empleo, comportamiento social y seguridad. Posiblemente, es la educación la más afectada y las consecuencias se perciben desde ahora, pero los mayores efectos se evidenciarán a futuro.
Hay afectación en el aprendizaje, aumento de la deserción, mayor desigualdad social y disminución de oportunidades para mejorar las condiciones económicas y sociales, además, la ausencia de los niños y adolescentes en las aulas, incrementa el riesgo de todo tipo de agresiones, embarazo en adolescentes, drogadicción, entre otros.
Precisamente, ahí radica la diferencia entre la educación presencial y la virtual. La presencial complementa las habilidades de interacción social, ayuda en la nutrición de los menores, es un sitio más seguro para los niños en riesgo, pues, se sabe que los centros educativos cumplen un papel de contención y permiten detectar situaciones de abuso infantil, que de otra forma podrían pasar inadvertidas.
He insistido en que la brecha educativa entre el sistema privado y el público se agravó, además de la desigualdad que existe entre la meseta central y las áreas más alejadas como las fronterizas y las costeras, en donde podríamos decir que la calidad de la educación pública es inversamente proporcional a la distancia que los separa de San José. A nivel mundial se ha documentado que los lugares más vulnerables son los más afectados, y por supuesto, nosotros no somos la excepción.
Con la educación virtual muchos alumnos con capacidades diferentes, con ingresos familiares bajos, con destrezas y conocimientos informáticos limitados, al carecer de equipos de computación y habitar en sitios sin conectividad, han llevado la peor parte, viendo lesionado su derecho a la educación y esto ocurre en un país que da la impresión, de no haber tomado las acciones correctivas en estos quince meses de pandemia.
Los cambios no ocurren por casualidad, hay que generarlos, implementar acciones para disminuir las brechas que se han hecho más evidentes en este periodo de pandemia, brechas que no solo afectan a los estudiantes, sino también a los docentes. Es indispensable llevar a cabo un reforzamiento curricular de las materias básicas, implementar acciones para mejorar la virtualidad, disminuir las desigualdades educativas y generar los cambios para que la carga administrativa impuesta a los docentes disminuya y dispongan de mayor tiempo que les permita cumplir con la labor sustantiva que es enseñar, educar.
He conversado con docentes de áreas alejadas, y se quejan por no haber recibido ayuda para mejorar la conectividad y adquirir equipos tecnológicos necesarios. Aseguran que las clases virtuales en zonas rurales, son solo un nombre y que el aprendizaje es nulo, por las carencias de los hogares de los estudiantes.
No se debe permitir que se afecte el sagrado derecho a la educación, aún estamos a tiempo de corregir. La pandemia no solo debe verse como un problema sino también como una oportunidad de mejora. Un país que no cuida a sus niños y adolescentes no tiene futuro.
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