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El que calla otorga

Segregación por Covid-19

Por: Felicia Chacón, Abogada

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Desde comienzos de la pandemia he visto y callado sobre decisiones políticas y situaciones a nivel nacional y mundial con las cuales no concuerdo ni comparto. Aún así, mi desacuerdo no pasó a ser más que un intercambio de opiniones con algunas personas, o en la mayoría de las veces decidí guardar silencio.

He visto como núcleos familiares, amistades de años y relaciones laborales se han visto afectadas por discrepancias en cuanto a las medidas sanitarias implantadas a razón del Covid-19. He observado atentamente el crecimiento de la pobreza, el consumo de drogas y alcohol, el acelerado incremento de suicidios, desempleo…y continué mi silencio.

En Alemania, por ejemplo

En Alemania he escuchado a familias hablar sobre los paralelismos (censura, restricciones al libre pensamiento y a la libertad de movimiento, persecución de ciertos gremios, restauración del estado policía, segregación social, para mencionar algunos) con los inicios del nacional-socialismo y con la República Democrática Alemana (DDR). Constaté como fueron eliminados de las principales plataformas de internet, sitios que llevaban más de 20 años emitiendo información transparente, con sus respectivos enlaces a las referencias usadas sobre determinados temas a nivel mundial; personas con años de experiencia de pronto calladas. ¿Por qué? ¿Cuál es el miedo al debate, al intercambio de datos, a discutir la información que existe?

Las campañas de vacunación tomaron fuerza, empezó la carrera por buscar dónde y cuál vacuna ponerse. Los que podían viajaban al exterior para poner su brazo, esperaban en filas interminables y otros tomaron el deber de “informar” porque debemos vacunarnos, repitiendo las razones que escuchaban en los medios de comunicación de masas entendiendo o sin entender. Comenzó una competencia sobre cuál vacuna ponerse, no importaba ya las circunstancias o razones personales, la duda, la edad, el riesgo, los datos científicos; la misión se volvió más política que sanitaria. Sino, ¿Por qué razón aquellos vacunados con determinadas vacunas no se les permite la entrada a determinados países? ¿Por qué vacunas que son prohibidas en países del primer mundo, son donadas a países del tercer? ¿Qué hay del consentimiento informado?

En Alemania la gripe “desapareció”, pero aumentaban los casos de pacientes positivos al Covid-19 en pruebas rápidas subvencionadas por el Estado. En el verano se eliminaron casi todas las medidas sanitarias. En el otoño, reaparecieron medidas sanitarias bajo la regla de las 3G (Geimpft, Genesen, Getestet) es decir, era posible entrar a restaurantes, lugares de recreo y al lugar de trabajo, siempre y cuando se esté vacunado, recuperado de la enfermedad o para aquellos que se hayan realizado una prueba en un lugar autorizado, y reglas 2G cuando se permite la entrada sólo para vacunados y recuperados. A partir del mes de diciembre se reforzaron las medidas. La segregación social que se ha generado entre vacunados y no vacunados ha ido paulatinamente en aumento.

¿Somos o nos hacemos llamar una sociedad inclusiva?

En agosto pasado, mientras esperaba ser atendida en un laboratorio clínico, vi un rótulo que me llamó la atención decía: “En este establecimiento no se discrimina por motivos de raza, religión, orientación sexual, condición física o socioeconómica, ni por ningún otro motivo”; a una distancia de poco más de un metro había otro letrero “nos reservamos el derecho de admisión”. Pensé en la ironía de ambos rótulos, quién diría que meses después vivimos en esta dicotomía. Es decir, somos o nos hacemos llamar una sociedad inclusiva, que no discrimina bajo ningún motivo, EXCEPTO si usted decide no vacunarse.

¿Habrá que mandar a cambiar los rótulos para agregar la excepción? ¿dónde están las voces de todos aquellos que han luchado por la no discriminación de cualquier clase? ¿Es qué acaso existe la lucha por causas solamente cuando me veo directamente afectado? ¿Cómo se justifica el uso de códigos QR o reglas 3G y 2G, sin discriminar? ¿Será que somos tolerantes sólo para con aquellos que piensen y actúan como yo?

La libertad de movimiento, mis derechos y deberes como ciudadana se ven amurallados a razón de tener o no tener algo (en este caso, ese algo directamente relacionado con el bien más preciado la vida, la salud, mi cuerpo). Si como ser humano decido no vacunarme, por cuales sean las razones que tenga, creo que es mi derecho, mi cuerpo es mi cuerpo. Aquí algunos podrán argumentar que mi deber como ser humano en sociedad es pensar en el bien colectivo. Ahora bien, si aquellos vacunados pueden igualmente propagar la enfermedad y contraerla, ¿cuál es la inmunidad de rebaño que como ciudadano debo promover?

¿El Estado decide por mí?

El siguiente paso, en algunos países incluido Costa Rica ha sido la “obligatoriedad”, a razón de luchar contra todos aquellos que se niegan a vacunarse, no queda a discreción del ciudadano sino que el Estado decide por mí. Las implicaciones legales, sociales, económicas de dicha obligatoriedad son enormes.

No hay que olvidar que se está obligando a la sociedad a ponerse una vacuna cuyo uso fue autorizado como “uso de emergencia”.

¿Quién asume las consecuencias en caso de daños colaterales o efectos secundarios, el Estado, el patrono, nadie? ¿Es qué acaso la historia no nos ha enseñado nada? Resulta importante tomar acción para denunciar y reclamar aquello con lo cual desacuerdo, y defender nuestros derechos y principios, antes de que sea muy tarde y las consecuencias de nuestro silencio ayuden a reforzar y crear una aceptación tácita de las medidas impuestas.

¿Cuál es la prisa en impulsar la vacunación a toda costa, si se ha comprobado que esta no evita el contagio y la propagación? ¿Por qué obligar a las personas a ponerse algo en contra de su voluntad? ¿Por qué no reforzar medidas preventivas o de tratamientos no invasivos?

Para aquellos que consideren el no vacunarse como una acción egoísta les digo que en lo personal, lamento profundamente la pérdida y padecimiento de todas aquellas personas que se han visto directa o indirectamente afectadas por los estragos del Covid-19. Como dice el bello poema de John Donne: “…Ninguna persona es una isla; la muerte de cualquiera me afecta, porque me encuentro unido a toda la humanidad; por eso nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti”. Pero aún más, lamento el uso del sufrimiento ajeno del cuál han hecho uso los gobiernos, los medios de comunicación y algunas organizaciones para imponer medidas exageradas para luchar contra la pandemia, cuyos daños directos e indirectos en la salud, patrimonio y calidad de vida de las personas han sido irreversibles. La repercusión de dichas medidas pega con más fuerza en los estratos bajos y medios de la sociedad.

¿Cómo será el confinamiento para aquellas familias que deben convivir en menos de 50 metros cuadrados? ¿Qué hay de las familias que viven del sector informal? ¿Qué pasa con aquellos que ceden a vacunarse, no por convicción, sino por presión a perder su trabajo? ¿Qué hay de los niños que deben aprender en la casa, donde no hay quién sea capaz de ayudar a entender la materia?

Luego, anuncian en Costa Rica la obligatoriedad de la vacuna en menores de edad. Vacunas cuyo uso ha sido autorizado en carácter de emergencia, sin grupos de control previos a su uso.

Callar está acción me parece irresponsable, hay cosas que simplemente no se pueden callar pues “el que calla otorga”. La familia es el pilar fundamental de la sociedad, los padres, madres, tutores son los encargados de velar por el bien de los menores de edad bajo su tutela, de ahí pues su posición de garante. ¿Cómo es posible que los intereses políticos lleguen a poner en juego la salud de los menores de edad?

¿Y la población infantil?

Las estadísticas han demostrado que el 99,99% de la población infantil se recupera de la enfermedad sin mayores complicaciones. Por el contrario, el número de muertes, y daños a la salud como efecto de la vacunación en personas jóvenes ha ido en aumento. ¿Cuál es entonces su justificación?, ¿Quién asume la culpa y responsabilidad en caso de que la salud o vida de mi hijo/a se vea comprometida? Hago entonces más daño con el remedio que con la enfermedad. Creo que una institución como el Patronato Nacional de la Infancia tiene problemas reales y tareas más importantes en las cuales enfocarse, que comenzar una cacería en busca de papás y mamás de menores de edad no vacunados. Es de reconocer el esfuerzo de todas aquellas personas que se han unido para hacer un estudio minucioso de los contratos firmados entre el Estado y las casas farmacéuticas, aquellos que han presentado recursos de amparo y acciones de inconstitucionalidad, y todos aquellos que se han unido para levantar su voz indistintamente de su estatus de vacunación.

La esperanza, mi derecho a pensar como crea conveniente, el derecho a informarme, expresarme y luchar por lo que considero injusto me hacen levantar mi voz. Espero que pronto sea la voz de los niños, como en el cuento de Hans Christian Andersen “El traje nuevo del emperador”, la que nos haga ver la realidad tal y como es, no cómo “nos digan que es”. Cierro con las palabras de la versión infantil de dicho cuento: mejor es admitir todos juntos la necedad común, que simular inteligencia en soledad.

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