La aplicación de modelos de desarrollo sostenible y los esfuerzos del Gobierno por mantener los sistemas de áreas protegidas, han construido una imagen de país excepcional en cuanto al tema socioambiental.
Sin embargo, muchas de esas iniciativas se han generado a causa de emergencias por proyectos de minería a cielo abierto, mega desarrollos turísticos que invaden el hábitat animal y kilómetros de terrenos con árboles talados.
Informes del Ministerio de Ambiente y Energía (MINAE) indican que la tala de árboles es la causa de denuncia ambiental más frecuente. Uno de los lugares en donde esta práctica es común es la Zona Sur.
Juan José Jiménez, administrador de la Reserva Forestal Golfo Dulce.
Así lo asegura Juan José Jiménez, administrador de la Reserva Forestal Golfo Dulce en la Península de Osa. Durante su gestión ha sido testigo de lo difícil que es velar por la conservación del ambiente, especialmente cuando existe poco recurso humano.
Con su experiencia ha comprendido cómo la falta de interés influye en los esfuerzos por disminuir el problema. “Quisimos desarrollar un proyecto para reforestar, pero las personas no encuentran valor en tener árboles si no es para sacar madera”, indicó Jiménez.
El administrador señala tres aspectos desde los cuales se podría solucionar la problemática: control y protección policial, educación y concientización en los consumidores.
De acuerdo con Jiménez, una de las formas de ganar confianza en la población es demostrar los beneficios turísticos, educativos, científicos y económicos que puede generar la siembra de árboles.
Arboretum, uno de los proyectos del Primer Canje de Deuda por la Naturaleza EE.UU.- Costa Rica, ha logrado difundir esa seguridad. Se trata de un museo de árboles constituido por especies en amenaza, endémicas, en peligro de extinción y otras cuyo uso es endobotánico.
Su administración está a cargo de vecinos de Alto San Juan, Bahía Chal y San Juan de Sierpe (comunidades ubicadas en la zona) en conjunto con personal de la Fundación Neotrópica y de la Reserva, quienes desde el 2013 trabajan por sacar adelante la iniciativa.
Andrea Fallas, coordinadora de gestión de Neotrópica Osa.
Andrea Fallas, coordinadora de la gestión de Neotrópica Osa, indicó que Arboretum busca conservar la zona y hacer que los habitantes obtengan un beneficio que les cause interés por colaborar con la protección del ambiente.
También explicó que han logrado hacer conciencia sobre la importancia de proteger el ambiente a través de distintas actividades.
El proyecto nació con la visión de trabajar con adultos; sin embargo conforme fue desarrollándose, los jóvenes fueron los más interesados. Lilliam Nieto es una de ellas, asegura que Arboretum significa una alternativa de actividades de esparcimiento y entretenimiento que pueden realizar sin necesidad de optar por vicios o acciones ilícitas.
Lilliam Nieto, guía local.
Nieto se convirtió en guía local y una de las cosas que más disfruta de serlo es compartir con turistas y trasmitir conocimientos. “Nos traen estudiantes de universidades, niños y niñas de escuelas de la zona, comparten aquí en el Día del Niño, en el Día del Desafío y también los domingos que tenemos actividades en familia”, expresó.
Según explicó, esta oportunidad también le abrió un nuevo panorama de posibilidades profesionales que puede tomar al terminar el colegio. Cambió su visión de lo que quería para ella en el ámbito laboral y ahora está segura que quiere dedicarse a trabajar en pro de la naturaleza.
Fundación Neotrópica también está desarrollando en la Península de Osa el proyecto Carbono Azul Comunitario, que tiene como fin crear consciencia en la población sobre la importancia de los manglares.
Para ello trabajan con la Asociación de Pescadores (Asopez), que está constituida por hombres y mujeres de la zona. Para este proyecto la Fundación trabaja específicamente con las mujeres.
“La idea fue tomarlas a ellas, darles una explicación sobre el manglar, sus beneficios y de qué les sirve como comunidad. Ellas se apropiaron de ese conocimiento y ahora son las que transmiten el mensaje a sus hijos, familiares y a otras personas que trae la Fundación, como grupos de estudiantes o de voluntarios”, explicó Andrea Fallas.
Nirlady Artavia, integrante de Asopez.
Nirlady Artavia es una de las mujeres que colaboran con este proyecto. Ella adquirió conocimientos específicos sobre los manglares, su cuido y función y ahora trabaja en el proyecto.
Estas charlas están acompañadas por un recorrido en Playa Colibrí, donde tres mujeres integrantes de Asopez -incluida Artavia- desarrollan viveros. Recolectan las semillas, las plantan, las extraen cuando crecen y posteriormente las siembran en la zona de manglar para reforestarlo.
Carbono Azul Comunitario ha significado para ellas más que una forma de adquirir conocimientos, es un ingreso económico que reciben para sacar adelante a sus familias.
“En esta zona hay muy pocas fuentes de empleo y también pocas actividades de las que una puede sacar provecho económico, pero con este proyecto de los viveros tenemos un ingreso para ayudar a nuestras familias”, manifestó Artavia.
Nirlady Artavia, integrante de Asopez.
Asimismo asegura que se genera toda una cadena de beneficios y de activación económica, ya que el recorrido significa el alquiler de una lancha, de una buseta y también la compra de alimentos para dar de refrigerio a los visitantes.
Estas personas que ayudan a proteger las 4.000 hectáreas que conforman la Reserva Golfo Dulce, sueñan con una escuela de botánica forestal en la zona, con la que puedan especializarse, estudiar insectos, aves y especies de árboles propios de la zona.
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