Por: Johnny Schmidt
Lejos de vivir una pandemia a la que una de las mejores científicas, investigadora y viróloga del planeta, la Dra. Judy Anne Mikovits ha llamado PLANDEMIA, lo que estamos presenciando y viviendo es una guerra, o más bien, varias guerras.
La primera guerra a la que nos enfrentamos e indiscutiblemente sostiene a las otras guerras, es la de la información. La Libertad de Prensa es un Derecho Humano, y nadie es dueño de la verdad absoluta. La misión de los medios y del periodismo debería ser informar algo que de previo se ha investigado y nunca decir que todo lo demás que se diga es mentira. El ser humano con todas sus capacidades es quien debe discernir entre la verdad y la mentira. Lamentablemente la realidad hoy día es muy distinta. El periodismo de investigación escasea cada día más, y los periodistas hoy son solo comunicadores, o difusores de noticias que simplemente replican sin ningún tipo de investigación. Esa realidad es un peligro en aumento porque esa información que replican, podría no ser verdadera incluso sensible y peligrosa, que podría tener grandes repercusiones.
Según Freedom House, el derecho a la libertad de prensa se trata de un derecho del que apenas disfruta un 13% de la población mundial, ya que los grandes medios son dominados por un pequeño grupo de empresarios que convirtieron esa importante profesión, en una máquina de hacer dinero, aunque para ello sus publicaciones sean falsas, engañosas o verdades a medias, sin que eso sea un factor relevante. La misión ya no es la búsqueda de la verdad, sino que sea rentable.
Hemos llegado a un punto en el que los medios se han convertido en mecanismos de control de masas para objetivos globales y para sostener mentiras globales, y no para informar con la mayor veracidad posible.
La guerra entre la verdad y la mentira
La segunda guerra sucede cuando alguien se apodera de los temores, de los miedos de los demás, es bastante fácil controlar su vida. Es claro que –al menos por ahora- la mentira tiene mucho más fuerza que la verdad, ya que esa fuerza quien se la da son los medios de comunicación, y por eso es que los “medios alternativos” son tan importantes hoy en día, ya que al no estar controlados por los grupos de poder, no deben limitar su línea editorial a órdenes superiores, y es ahí donde siempre podremos estar más cerca de información veraz. Y es que “una mentira que se repita mil veces, llega a ser aceptada como verdad” según el padre de la publicidad, Edward Bernays, al punto de que Mark Twain nos dijera que “es más fácil engañar a la gente, que convencerla de que han sido engañados”.
La guerra comercial
Una tercera guerra es la comercial, entre dos grandes potencias, EE.UU. y la República Popular de China. Recordemos que ese conflicto inicia como parte de la estrategia utilizada por Trump para lograr que las compañías americanas que se había trasladado a China para poder producir más barato, regresaran a casa.
En abril del 2018, EE.UU. implementa un alza a los aranceles de productos procedentes de China, y ese país entonces reacciona y hace lo mismo con los productos norteamericanos. Pasaron 8 meses en esa implementación y en diciembre de ese año, se da una especie de acuerdo pero no dura más de cinco meses, y la situación se pone cada vez más tensa, hasta la decisión de EE.UU. de restringir a Huawei para fabricar y obtener chips semiconductores al ponerlos en una lista negra. Las empresas estadounidenses como Apple, Qualcomm, Cisco y Boeing enfrentaron restricciones para hacer negocios en China. Existe claramente la posibilidad de que la pandemia hubiera sido originada como una especie de venganza en esta guerra comercial.
Guerra entre ciencias
Otra guerra a la que nos enfrentamos es la de la ciencia contra la anti-ciencia. Durante un siglo, el mundo ha confiado ciegamente en lo que dice la ciencia, sobre todo en temas relacionados con la salud. Sin embargo la mala praxis médica junto a los medicamentos se han convertido en una muy importante causa de muerte. Cuando se revisa cómo, cuando y quién da origen a las medicinas modernas y a la práctica médica, es fácil entender que quizá esa ciencia a la que le confiamos nuestra salud y nuestra vida, a lo mejor no sea ciencia y sea anti-ciencia.
El cliente meta de toda esa industria y su gran segmento de mercado, no es la salud sino la enfermedad. Un médico no tendría pacientes si las personas no enfermaran, y los grandes laboratorios tampoco venderían sus remedios si la gente no enfermera. Basta con leer prospectos de esos medicamentos para darse cuenta que van a aliviar o quizá curar, pero el precio que se paga por esa sanidad, es el de sufrir efectos secundarios que seguramente son en resultado de contraer otra enfermedad generada por el consumo de esos medicamentos. Esta “pandemia” ha abierto el debate mundial sobre otras formas de curación más antiguas, más baratas y menos invasivas, pero sobre todo que no producen efectos secundarios, y evidentemente esa realidad a puesto en jaque a esa gran industria, con ventas muchos mayores a la industria armamentista e incluso que el mismo narcotráfico.
La guerra del bien contra el mal
El mal indiscutiblemente tiene que ver con la propagación de noticias falsas, con la insistente campaña por infundir miedo, con haberse arrojado el derecho a que alguien o algunos, se crean dueños de la verdad y tengan la osadía de censurar o etiquetar a los demás de fake. Repentinamente nacieron cientos de verificadores llamados fact checkers que realizan una función de juzgadores, etiquetando como falso, todo aquello que a ciertos intereses supremos, no les conviene que se divulgue, fundamentando su accionar en publicaciones que ellos no tiene la capacidad de demostrar su veracidad, pero que utilizan como argumentos válidos y verdad inobjetable.
Las personas que mienten, que se benefician de esas mentiras, que al mejor estilo de George Soros nos les importa las consecuencias de sus actos, si van a obtener algún beneficio, pues evidentemente representan al mal, y quienes buscan incansablemente la verdad a través de la investigación, cuyas acciones están basadas en hacer el bien a sus semejantes y que se oponen a las acciones del mal, pues obviamente representan al bien.
En todas estas guerras, cada quien escoge de qué lado desea combatir.
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