El irrespeto hacia los profesores por parte de niños, niñas y adolescentes, es una problemática de la sociedad actual.
La falta de valores en los hogares, así como la poca prioridad que le dan los padres de familia a las decisiones o medidas que toman los docentes para sus estudiantes, han desencadenado esta situación según las expertas en el campo, Melissa Trejos y Johanna Sibaja.
Trejos es Máster en Psicopedagogía y para ella, los profesores y maestros perciben un tipo de fractura social. “Ellos se sienten desamparados y desprotegidos al enfrentarse a un aula conflictiva. Hoy un alumno insulta o violenta al docente y este lo piensa dos veces antes de reprimirlo por temor a lo que puede originar lo sucedido, especialmente por su continuidad laboral”, explicó.
Por otra parte, Sibaja, investigadora de la Universidad de Costa Rica (UCR), hace énfasis en las brechas generacionales del acceso al conocimiento, que hace que el proceso educativo cambie.
“Antes, la educación tenía una dirección clara, de los docentes hacia los niños. Pero ahora incluso hay alumnos nativos digitales, que manejan mucha información y se sienten capaces de cuestionar al profesor”, comentó la investigadora.
Panorama puede ser cambiado
Reestructurar la visión del proceso de enseñanza es una de las alternativas que mencionó Sibaja para solucionar el problema: Actualmente ya no se trata de un aprendizaje en una sola línea, sino que ahora hay una comunidad de aprendizaje y los estudiantes también tienen cosas que enseñar a los docentes.
De acuerdo con la psicopedagoga Trejos, cada cual debe permanecer en su lugar, los alumnos como alumnos y los docentes como docentes, con funciones y límites definidos.
Los maestros deben estar en contacto permanente con las familias, de manera que se pueda generar un intercambio de información con respecto al desempeño estudiantil y sobre la actitud del alumno.
“Toda falta de respeto tanto por parte del alumno como de los docentes, debe ser sancionada por la directiva del centro. Esto mantendrá la sensación de justicia y calmará los ánimos. Los profesores también deben estar unidos para organizar actividades de integración con el alumnado”, dijo Trejos.
La conexión como clave de un buen comportamiento
Según Trejos, existen muchas alternativas para cambiar un mal comportamiento, pero la más importante es la capacidad de conexión que tiene el docente con sus estudiantes.
“La empatía, sin caer en el amiguismo, es buena. Que ellos sientan que hay cariño por cada uno, que no es solamente para dar la materia y cumplir con el trabajo, sino que vivencien lo que es realmente un docente y se contagien las ganas de aprender”, manifestó Trejos.
Cuando se dan malos comportamientos, es importante que cada institución tome las medidas correspondientes con el estudiante y los padres. Los límites deben ser claros y deben sentar precedentes.
“Para los casos más complicados de conducta, se recomienda que un profesional en psicología, psicopedagogía u orientación trabaje de la mano con docentes y alumnos”, argumentó la Msc. en Psicopedagogía.
Para Sibaja la congruencia es de suma importancia: “Si nosotros hablamos de respeto debemos dar el ejemplo en cómo les estamos hablando. A las familias muchas veces se les dificulta este tema porque ni entre ellos mismos se ponen de acuerdo. Justifican una mala decisión por una travesura, entonces se vuelve confuso el sistema de reglas que queremos trabajar con los hijos”.
Sibaja concluyó con que es vital que haya una estructura educativa de respeto tanto en la casa como en el centro educativo. Cada acto debe llevar una consecuencia congruente y debe promoverse el respeto al docente desde el hogar.
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