Por: Lic. Sergio Villalta Solís
El derecho de poseer y portar armas es una libertad necesaria de toda sociedad verdaderamente libre. Y esto se demuestra fácilmente.
I. Todo hombre es dueño de si mismo.
Es evidente que el hombre es dueño de si mismo por derecho propio, por el solo hecho de ser un hombre. Aceptar lo contrario sería pensar que un hombre puede ser el dueño de otra persona. Y esto sería aceptar la esclavitud o la servidumbre.
El hombre como es libre por Ley Natural, es por lo tanto propietario de si mismo. Este derecho de poseerse a uno mismo, es la piedra fundamental sobre la cual se edifica la facultad de elegir y pensar, cuáles serán los fines y los medios para desarrollarse en la vida.
De lo anterior podemos deducir que todo lo que la mente y el cuerpo de un hombre produzcan es naturalmente propiedad de él. Negar este principio sería suponer que un hombre puede apropiarse de lo que otro produzca. Y pensar de esa manera no sería compatible con los valores de una sociedad libre.
II. El principio de no agresión.
Si ningún hombre puede ser propiedad de otro y nadie puede apropiarse de lo que otro produzca, todo aquel que intente hacerlo estaría cometiendo una agresión. Nadie puede – ni debe -, iniciar una agresión en contra de otro o de su legítima propiedad.
Pero ante una agresión siempre existirán al menos dos sujetos: un agresor y su víctima. Entonces, ¿qué sucede cuando un agresor roba la propiedad de otro? ¿Qué sucede cuando se agrede a otra persona?
Surge ante una agresión el derecho a la defensa.
Porque si la víctima tuviera que esperar a que el agresor le otorgue el derecho a defenderse, la víctima no sería dueña de si misma. Pero la víctima es por derecho propio dueña de si misma. Y tiene por lo tanto la libertad para elegir y pensar los medios con los cuales se defenderá.
III. El derecho a usar armas.
La pregunta es: ¿cómo ejercer ese derecho a defender lo que es propio? ¿Con qué medios? ¿De qué forma? Cuando alguien agrede a otra persona ¿acaso el agresor no escoge los medios por los cuales cometerá la agresión? ¿O es que el agresor le preguntará a su víctima con cuáles medios prefiere ser agredida?
El que agrede a otro no solo escoge los medios mediante los cuales llevará a cabo esa agresión, sino que elige el lugar y el tiempo en el cual actuará con ventaja. Si los hombres en verdad son libres, ¿con qué derecho se les puede negar que elijan los medios que prefieran para defender su vida y su propiedad?
Y más importante: ¿con qué derecho se le puede negar a la víctima que utilice las mismas armas que utiliza su agresor? El hombre tiene el derecho de defenderse, por lo tanto, tiene el derecho a seleccionar las mismas armas – o aún otras mejores -, que las armas que utiliza su atacante.
IV. La desigualdad entre el atacante y su víctima.
No todos los hombres tienen las mismas fortalezas físicas. Siempre existirán los menos aventajados y los hombres que sean superiores desde un punto de vista físico. El uso de armas ayuda a equilibrar las fuerzas entre el atacante y su víctima.
Las armas le permiten al hombre también multiplicar su fuerza. Un hombre desarmado estaría a merced de un grupo de atacantes. Pero un hombre que pueda utilizar un arma para defenderse podría multiplicar su capacidad de defensa y neutralizar su desventaja numérica.
V. Es inmoral prohibir las armas.
Si las armas ayudan a eliminar la desventaja física o numérica que sufra la víctima, entonces es inmoral prohibirle a la víctima el uso de las armas para su legítima defensa. Hacerlo es poner en desventaja al más débil y al más viejo, frente a un atacante que puede ser más fuerte y más joven.
De igual forma que es inmoral dejar al ciudadano indefenso, mientras que los gobernantes gozan de la protección armada de sus agentes de seguridad a toda hora y todos los días.
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