Por: Ernesto González, profesor
Es común a cierta altura del año que circule en el ámbito escolar y familiar la palabra aplazado/a. Más, si resulta casual que faltando menos de un mes para concluir el año lectivo escolar haya estudiantes que estén cercanos de perder sus estudios.
En el medio familiar, hablar de aplazado resulta algo así como una especie de detonante de algo malo, casi en la categoría de pecado mortal. Como respuesta de ello vendrá un castigo insalvable, que posiblemente al afectado no le permita “ni ver la luz” hasta que la “junta directiva” se acuerde.
¿Será adecuada la medida?
Todo dependerá del seguimiento -de forma sistemática- realizado por papá o mamá al comportamiento de su hijo o hija en la escuela o colegio. No solo en lo académico sino también en su conducta, en su comportamiento como individuo, en las actividades deportivas y extraescolares, etc.
Si usted, estimado familiar, es el que opta por expresar: "Saque 60, pero pase". Posiblemente el resultado negativo de él o ella, sea de su entera responsabilidad.
¿Qué puede interpretarse de una persona adulta que hable o piense de ese modo?
¿Conformista? ¿Que las cosas “le resbalan” y que simplemente el estudiante haga lo que pueda y que vaya pasando “al suave”? Y ojo, nada de esto, debe ligarse a la pobreza. Muchos son los casos que nunca tuvieron la posibilidad de pisar la entrada de una escuela y se buscan la vida humildemente, decentemente, con su ropa sencilla, van y asisten periódicamente a las reuniones que cita el centro. Van, aunque mucho no entiendan de Geografía o Matemática, escuchan al profesor o profesora de su hijo, y confían en esa persona porque es el o la que les enseña “cosas buenas”.
La situación del estudiante puede verse aún más agravada, si el o la “responsable” de velar por la formación de su hijo, de forma irracional y sin haber mediado nunca palabras culpa al docente, como si este fuese el causante del fracaso escolar.
Sería muy grave que el docente ante esta situación no tome una posición constructiva en el tema, lo cual de hacerlo se convertiría en cómplice del silencio, con el cual reduciría la posibilidad en el estudiante de reparar la frustración de quedar aplazado.
¿Significa que ya no queda nada por hacer?
Los maestros debemos dejar claro, que estos hechos no surgen de la ficción, que son reales, que están ahí al alcance de nuestra mano y por tanto debemos resolverlos de forma conjunta.
La familia del estudiante deberá construirse en el hogar una matriz de sostén que le ayude a entender que esta crisis -como tantas otras que enfrentará- es parte de la vida y que siempre se podrá salir de estos escollos. Siempre y cuando atajemos a tiempo los problemas, se resuelvan, se conversen, se analicen las causas y las consecuencias.
A veces, se da que un aplazamiento en un estudiante le sirve para saber que debe estudiar más, poner más empeño y que las cosas en la vida no se reciben, se ganan.
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