Por: Lic. Eduardo Carrillo Valle, Psicología, Universidad Fidélitas*
El avance de la medicina y los cambios sociales de las últimas décadas, nos han puesto a las puertas de una coyuntura sociodemográfica que debemos afrontar ágilmente si queremos brindar calidad de vida a nuestra población.
Con el incremento porcentual de personas adultas mayores a nivel mundial, sin duda alguna, la vejez se ha convertido en un eje vital para planificar acciones políticas, profesionales y comunitarias.
El cambio demográfico y sus implicaciones conlleva la necesidad de establecer profesionales altamente capacitados que puedan garantizar una atención digna, de calidad y con conocimientos sobre la realidad de la vejez y el proceso de envejecer de la mejor manera. Asimismo, requerimos ciudadanos sensibilizados sobre cómo mantenerse saludables y cómo convivir asertivamente entre los diferentes grupos etarios. A su vez, resulta indispensable construir entornos amigables con las personas en las diferentes edades, así como ambientes que favorezcan un proceso de envejecimiento saludable, activo y exitoso.
Ante lo anterior, resulta importante cuestionarnos sobre aquellos ejes de cambio más imperantes para nuestra sociedad en aras de enfrentar los cambios demográficos y con el objetivo de garantizar calidad de vida a las personas adultas mayores.
Mitos y estereotipos
Los mitos y estereotipos son condicionantes del desarrollo de las personas a lo largo de su proceso de envejecimiento y determinantes negativos en la calidad de vida de las personas mayores. Afectan la manera en que son tratados e impacta negativamente la forma en que experimentan y gozan las personas su proceso de envejecimiento, incluso, cuando no son adultos mayores. Por esta razón, es vital garantizar condiciones oportunas en el desarrollo de la calidad de vida y bienestar de la población en la vejez.
Dentro de este ámbito, uno de los principales mitos es la creencia de que las personas adultas mayores son todas iguales y que requieren un mismo que los demás grupos etarios de adultos. Ante esto, es necesario reconocer que la vejez es una de las muchas y diferentes etapas en la vida. Se caracteriza por cambios muy variados que están altamente influenciados, no solo por la edad, sino por la historia de vida. Retomando la creencia sobre la homogeneidad, esto claramente representa un estereotipo sin fundamento debido a que todos los seres humanos envejecemos, pero nuestra propia experiencia va a dictar, en gran medida, las condiciones de salud física y psicológica que tendremos. Bajo esta premisa es importante caer en cuenta que la población adulta mayor es el grupo de personas más heterogéneo.
Debido a que los cambios en la vejez son multidimensionales, multifactoriales y multidireccionales, es necesario cuestionar la necesidad de establecer un trato diferenciado en las personas en esta etapa, debido a que esto usualmente genera una separación social. Es necesario gestar redes de apoyo sensibles que integren a la persona adulta mayor y apoye en el desarrollo del plan de vida.
Por su parte, las diferentes generaciones de personas adultas mayores cuentan con una historia de vida que los ha conformado con costumbres, capacidades y creencias variadas. Por tanto, es importante el respeto por las diferencias y el trato digno dirigido para ellos.
La vejez no es sinónimo de deterioro, ni de problemas funcionales, o de personas altamente dependientes y con dificultades para el aprendizaje. Al contrario, el grueso de la población adulta mayor no envejece con problemas de salud o afectaciones en sus capacidades que les permiten ser autónomos. Las cifras pueden variar según la dimensión o las causas que analicemos sobre factores asociados al deterioro en la vejez; sin embargo, no suelen ser porcentajes mayoritarios en el grupo poblacional. Claro está, esto no conlleva a un menosprecio de todas aquellas personas adultas mayores que sufren de alteraciones en sus capacidades motoras, cognitivas, entre otras.
Evitemos pensar que todo es normal a esa edad
El riesgo más grande con respecto al mito anterior es la instauración de la creencia de que la edad conlleva problemas. Esta noción influye en la manera en que afrontamos la aparición de enfermedades y sus síntomas en la vejez. Muchas veces, la experiencia nos enseña que, por el hecho de creer que era “normal” tener dificultades para caminar o alteraciones en mis capacidades de cognitivas (como la memoria), el tiempo de que transcurre entre los primeros síntomas y el diagnóstico es sumamente amplio.
Lo anterior reduce más bien las posibilidades de realizar acciones adecuadas para mejorar las condiciones de las personas que lo sufren. Incluso algunos estudios afirman que la presencia de estas creencias en el sistema de salud pública ocasiona que los mismos expertos en salud menosprecien los síntomas iniciales y los consideren como “naturales” en una etapa donde, lo que menos podemos creer es que algo es normativo.
Es importante, que como sociedad reconozcamos, que la gran mayoría de personas adultas mayores no poseen alteraciones significativas en su salud y que dichas alteraciones no son producto de un número (la edad) sino de condiciones asociados a desajustes en el proceso de envejecimiento.
A nivel social es indispensable luchar contra los mitos y estereotipos, debido a que estos inciden directa y ampliamente en las posibilidades de identificar las alteraciones mencionadas, ya que, las mismas no son parte de la etapa de la vejez. Al eliminarlos, se nos permite abordar las alteraciones en la salud de una manera más oportuna y temprana, lo que siempre se traduce en un mejor panorama y mejora de la calidad de vida.
La aparición de alteraciones en las diferentes capacidades cognitivas no son parte de la vejez per se; incluso pueden aparecer en edades previas a los 65 años. A ciencia cierta, existen múltiples circunstancias que pueden ocasionar dichas alteraciones y tampoco afectan a un porcentaje mayoritario de personas adultas mayores. Consecuentemente, tampoco todos los casos de deterioro cognitivo son consecuencia de la existencia de un síndrome demencial producto de enfermedades como el Alzheimer.
No debemos utilizar ciertos términos
Existe la creencia de que es “normal” que alteraciones sucedan en esta población. Lo anterior conlleva al uso del término “demencia senil” como una condición que se da en la vejez. Este término está en desuso y hoy en día no existe un referente teórico que respalde y explique qué significa. Los síndromes demenciales (alteraciones cognitivas y funcionales en las personas que inciden en sus capacidades de autonomía) no son únicas de la vejez y mucho menos parte de esta.
En un país como Costa Rica, donde los recursos a disposición son limitados y las oportunidades de salud deben aprovecharse plenamente, resulta necesario generar conciencia para eliminar los mitos y estereotipos sobre el envejecimiento, pues finalmente se convierten en condicionantes que calan profundamente en las oportunidades de envejecer activos, con salud, dignidad y con calidad de vida.
*Máster en Gerontología Social con Especialidad en Intervención Sanitaria
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