Por: Georgina Díaz, gerente Sociedad de Seguros de Vida
Este 2024, el Día de la Confraternidad se celebra el 15 de noviembre. Esta fecha es la oportunidad perfecta para reflexionar sobre una tarea que va mucho más allá de un simple empleo: el trabajo de todas las personas que, desde distintos roles, transforman los centros educativos en verdaderas comunidades de aprendizaje, formación y apoyo.
Cuando pensamos en una escuela, colegio o universidad, la imagen inmediata que puede venir a nuestra mente es la de los docentes en sus aulas. Pero detrás de cada estudiante también está el personal administrativo, las cocineras y los encargados de limpieza y seguridad, quienes, con una entrega silenciosa y constante, crean el espacio propicio para que cada niño, niña y joven reciba algo más que conocimiento.
Todos ellos son la columna vertebral de una educación que no se limita a impartir materias, sino que forma ciudadanos conscientes, responsables y solidarios.
Cada una de estas personas carga con una responsabilidad inmensa. La docente que acompaña y escucha a un niño que necesita un abrazo más que una lección, el personal administrativo que, en medio de papeles y trámites, mantiene el orden y la organización para que todo fluya, la cocinera que prepara alimentos para cientos de niños, sabiendo que, en algunos casos, ese plato será el único del día o el oficial de seguridad que vigila los pasillos para que la comunidad educativa se sienta protegida. Estos actos, aunque parecen pequeños, tienen un impacto duradero en cada estudiante que los recibe.
Más allá de cumplir una jornada laboral
No se trata solo de cumplir con una jornada laboral. Su trabajo implica moldear vidas, inspirar sueños y construir el futuro de una sociedad. No hay un manual que enseñe a calmar a un niño con problemas en casa o a detectar las preocupaciones que traen los estudiantes. Para eso se requiere sensibilidad, y quienes eligen el camino de la educación saben que sus roles llevan consigo el inmenso reto de sostener, en sus manos y corazones, el desarrollo de las generaciones que algún día dirigirán el país.
El valor de estos trabajadores muchas veces pasa desapercibido. La mayoría de ellos no aparece en los titulares, no recibe aplausos públicos ni tiene grandes reconocimientos. Sin embargo, su impacto es real y profundo, ya que un país que apuesta por la educación es un país que invierte en la paz, en la equidad y en el crecimiento colectivo. Y en Costa Rica, un país que ha defendido históricamente su compromiso con la educación, el rol de cada persona que contribuye al funcionamiento de los centros educativos es fundamental.
Este 15 de noviembre, desde la Sociedad de Seguros de Vida celebramos a todas las manos que construyen, día a día, el sueño de una sociedad mejor. Que esta fecha sea una oportunidad para recordar que educar no es solo una profesión: es un acto de amor y servicio.
Por nuestra parte, el aporte que hemos realizado por casi 104 años va dirigido a mejorar la calidad de vida de los trabajadores de la educación y sus familias y se materializa en la administración eficiente y transparente de su póliza de vida, que nos ha permitido llevar apoyo y tranquilidad a miles de personas del país.
A todos los que se levantan cada mañana con el propósito de hacer la diferencia en la vida de miles de niños y jóvenes costarricenses, les debemos nuestra gratitud y admiración. Su trabajo nos recuerda que el futuro de Costa Rica se construye en los pasillos, aulas y comedores de nuestras escuelas.
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