Según la iniciativa global “Día Mundial del Riñón”, 850 millones de personas tienen algún grado de daño renal y una de cada 10 sufre de enfermedad o insuficiencia renal crónica (ERC) en el mundo.
La enfermedad renal es una enfermedad no transmisible (ENT) cuyas causas más comunes son la hipertensión arterial y la diabetes, aunque también intervienen en su aparición factores como la edad avanzada, el tipo de nutrición de una persona, el consumo de ciertos medicamentos y drogas, la deshidratación crónica, el colesterol alto y las enfermedades del sistema inmune, entre otros.
“La enfermedad renal crónica implica la pérdida gradual y hasta permanente de la función de los riñones, desencadenando complicaciones cardiovasculares, anemia, hipertensión, alteraciones óseas, deterioro nutricional y funcional, e inclusive, el fallecimiento de los pacientes. Anualmente se diagnostican más de 250 mil nuevos casos de ERC terminal, mientras que 2,4 millones de personas mueren por esta causa en el mismo periodo”, explicó la Dra. Rosario Espinoza, gerente médico de Roche Centroamérica.
Más del 17% de la población mundial mayor de 20 años sufre de enfermedad renal crónica, un padecimiento que constituye una causa importante de los altos costos en los que incurren los sistemas de salud. Mientras los gastos en diálisis y trasplante consumen del 2 al 3% del presupuesto anual de atención médica en países de altos ingresos, en los países de bajos y medianos ingresos la mayoría de las personas con falla renal tienen insuficiente acceso a tratamientos de diálisis y trasplantes de riñón.
Con el fin de promover y avanzar en la prevención de la enfermedad renal, la iniciativa Día Mundial del Riñón –creada por la Sociedad Internacional de Nefrología (ISN, por sus siglas en inglés) y la Federación Internacional de Fundaciones del Riñón (IFKF, por sus siglas en inglés)- se desarrolla este año bajo el lema “Salud renal para todos en todas partes: desde la prevención hasta la detección y el acceso equitativo a la atención”. La campaña destaca la importancia de la intervención preventiva para evitar el inicio y avance de la enfermedad renal, a la vez que alerta sobre la necesidad de mejorar las políticas nacionales dirigidas a educar sobre este padecimiento. Para lograrlo, las organizaciones involucradas piden a los países medidas concretas que actúen en los tres niveles de intervención.
En primer lugar está la prevención primaria, que implica educar con información sobre estilos de vida saludables, promover chequeos médicos tempranos y propiciar el control de los factores de riesgo, entre otras acciones encaminadas a prevenir la aparición de la enfermedad renal antes de que comience el proceso. La prevención secundaria es aquella que se enfoca en lograr un diagnóstico temprano y un tratamiento rápido de la enfermedad renal, para evitar el desarrollo de problemas más graves. Por último, la prevención terciaria se produce con la ERC ya establecida por lo que el manejo de comorbilidades (o enfermedades coexistentes), como las cardiovasculares, es de alta prioridad.
Detección temprana y tratamiento oportuno
La prevalencia de la ERC está aumentando y se espera que para 2040 se convierta en la quinta causa principal de muerte prematura en el planeta. Actualmente, uno de cada cinco hombres y una de cada cuatro mujeres entre 75 -74 años de edad, tiene enfermedad renal, un padecimiento que puede afectar a individuos de todas las edades y razas.
El cuidado de los riñones es fundamental para todas las personas, ya que estos eliminan las sustancias de desecho o toxinas producidas por el cuerpo, como sales y agua, en sus funciones normales. Asimismo, son el reservorio de glucosa del metabolismo y liberan tres hormonas importantes: la eritropoyetina, que estimula la producción de glóbulos rojos; la renina, que regula la presión arterial, y la forma activa de la vitamina D, que permite mantener el calcio dentro de los huesos.
En cuanto a los síntomas de insuficiencia renal crónica, quien la padece puede presentar desde fatiga y vómito hasta retención de líquido, que suele manifestarse mediante edemas. También insomnio, disminución en la producción de orina, dolores de cabeza, pérdida de peso, presión arterial alta, infecciones urinarias recurrentes y falta de apetito.
De acuerdo con la Dra. Espinoza “si un paciente presenta alguno de estos signos, de forma recurrente, es importante que acuda al médico de inmediato, ya que la detección temprana y tratamiento oportuno permitirán retrasar el avance de la enfermedad hacia una etapa terminal”.
Normalmente, este padecimiento suele diagnosticarse mediante pruebas de laboratorio –de función renal, electrolitos, examen de orina y de hemoglobina-, un ultrasonido de riñones y una biopsia renal. Si el resultado es positivo, su tratamiento dependerá de la etapa en que se encuentre.
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