Por: Victoria Brenes, Directora de Fedefarma
Durante los últimos años, las terapias innovadoras desarrolladas por la industria farmacéutica han mejorado la esperanza de vida en América Latina y el Caribe. Adicionalmente, la innovación farmacéutica ha impactado positivamente en la economía, a través de la difusión de conocimiento, reducción de los costos nacionales y el establecimiento de altos estándares de calidad.
Más del 70% del incremento de la esperanza de vida en los últimos años se debe al uso de fármacos innovadores. A su vez, un aumento de un año en la esperanza de vida de la población supone un crecimiento del 4% en el PIB, según estudios de FarmaIndustria.
Ante esta realidad, la Federación Centroamericana y del Caribe de Laboratorios Farmacéuticos (Fedefarma) hizo un llamado a que las autoridades evalúen la eficiencia de sus planes y tome acciones en beneficio de la salud pública, a través de la conferencia de prensa realizada en el marco del webinar “Innovación Médica: Impacto en la salud de la población, en la sostenibilidad de los sistemas de salud y en los países en general”, dirigido a autoridades de salud de la región.
Los gobiernos, en su intento por disminuir los gastos de salud a corto plazo, subestiman el valor que ofrece la innovación en mejorar los índices de salud. Esto podría afectar negativamente el acceso de los pacientes a una atención eficiente y eficaz, lo que puede ocasionar más bien un aumento del gasto en el largo plazo.
Distintos estudios del profesor de la Universidad de Columbia, Frank R. Lichtenberg han corroborado la existencia del efecto compensación de nuevos medicamentos, concluyendo que, por cada unidad adicional de gasto farmacéutico, se logra un ahorro neto del gasto sanitario entre 2,4 y 8,3 veces mayor, principalmente por las hospitalizaciones evitadas.
Ese es precisamente uno de los objetivos de las nuevas tecnologías en salud, disminuir el riesgo de complicaciones que deriven en hospitalizaciones y cirugías, que no sólo son más costosas, sino que tienen resultados con mayor nivel de incertidumbre. Ejemplos sencillos de lo anterior son los medicamentos utilizados para patologías tan comunes como la hipertensión arterial o la diabetes, cuyo objetivo principal es evitar las complicaciones generadas por estas enfermedades. Es así que cada vez que se lanza un nuevo antihipertensivo o un nuevo antidiabético al mercado, lo que se observa es que los individuos que los consumen tienen menos complicaciones en el corto y mediano plazo en comparación con los que no los consumen, generando ahorros a los sistemas de salud al evitar cirugías, hospitalizaciones y costosos procesos de recuperación, según explica el Dr. Jaime Ordoñez, PhD en Epidemiología y Auditor en Salud.
En las últimas décadas en Centroamérica y el Caribe, los nuevos medicamentos han cambiado el curso de muchas enfermedades que antes eran mortales, como el cáncer de mama, la hemofilia, la meningitis, la hipertensión pulmonar y la hepatitis C, entre otras.
De hecho, el Dr. Diego Rosselli, ex presidente de ISPOR Colombia, asegura que aunque de innovación se ha hablado mucho, lo importante es el concepto de que es hacer las cosas bien. Que las intervenciones de salud adecuadas lleguen oportunamente a aquellos a quienes benefician.
Deficiente acceso de los pacientes de la región a la innovación médica
El acceso de los pacientes de la región a la tecnología médica y a medicamentos innovadores continúa siendo un reto, pese a los comprobados resultados de que estas terapias inciden directa y positivamente en la salud pública y en la sostenibilidad de los sistemas de salud.
De acuerdo con el último Reporte de Indicadores Básicos de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), casi todos los países de América invierten en salud pública menos del 6% del PIB, mínimo recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
En el caso de Centroamérica la inversión es de sólo un 3,8%, siendo Costa Rica el país con el porcentaje más alto (5,6%), seguido de Panamá (4,8%); República Dominicana (2,8%) y el país con el menor índice de inversión es Guatemala, con sólo un 2,2%. Pero no es sólo tener un nivel de inversión en salud pública adecuado, sino también asegurar el uso eficiente de esos presupuestos, un reto adicional que en equipo debemos trabajar para lograrlo.
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