
Mucho se escucha sobre la tendencia del poder de los sentidos para conectar con los clientes y con la marca. Se habla de la identidad olfativa. Pero ¿sabemos cómo la conexión pasa de ser una moda a un hecho sensorial científico?
Según el médico neurocientífico norteamericano Paul D. MacLean, quien murió en 2007, el cerebro humano es en realidad tres cerebros en uno, nuestro cerebro es triúnico compuesto por: el reptiliano, el sistema límbico y la neocorteza.
Para MacLean, el sistema límbico es donde se generan las respuestas a los estímulos emocionales (ira, tristeza, alegría, sorpresa, asco, desprecio, miedo, etc.) y donde “vive” la memoria administrada por la parte del cerebro que llamamos hipocampo. El Neocortex es el intelectual, y el Reptil es el supervivencial, él ilustraba esta función al sugerir que organiza los procesos involucrados en el regreso de las tortugas marinas al mismo lugar en el que han nacido.
Justamente el sentido del olfato es, no solo el primero que desarrollamos en el útero materno, sino el que está directamente conectado al cerebro límbico. Razón por la cual es tan poderoso.
Según el Monell Chemical Senses Center, instituto dedicado a la investigación sobre los sentidos de gusto y olfato, nosotros recordamos con precisión tan solo un 40% de lo que vemos después de un mes. Sin embargo, recordamos lo que olemos con un 60% de precisión todavía después de un año.
Para Tanya Murillo, directora de Rate-It, “esta capacidad del olfato bien aprovechada en forma estratégica por una marca puede conectar de forma más profunda y duradera al crear para sus clientes experiencias únicas que permanecen por mucho tiempo”.
Para Murillo, “el error más común es creer que aromatizar una tienda o hacer que huela rico es lo mismo que usar una identidad olfativa que genere una metáfora entre los valores de la marca y las sensaciones que logra transmitir al cliente. Encontrar el aroma de tu marca tiene bastante de arte y de ciencia. Debe gestarse desde nuestro lado más humano, disfrutando el proceso y buscando las notas olfativas que nos trasladen al territorio sensorial deseado”.
Automatización de la identidad olfativa en puntos de venta
Una vez desarrollada la fragancia que representa la marca, Murillo asegura que la segunda fase es seleccionar el equipo adecuado, la distribución y la intensidad correcta. Asegura que con la identidad olfativa se puede crear desde estrategias muy disruptivas, intensas y atrevidas hasta experiencias sutiles no menos efectivas, sino más subliminales.
Cada marca requiere su propia estrategia y cada lugar físico requiere su propia adaptación para obtener los mejores resultados. Por ello, no es cuestión de poner un olor rico.
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