
La deficiencia de nutrientes es uno de los problemas que afecta a más del 50% de los cultivos en América Latina. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO por sus siglas en Inglés), hoy se pierden cuatro hectáreas de tierras de cultivo por minuto en el mundo.
“Aunque pocos se lo imaginan, los fertilizantes hacen parte de su vida todos los días; ellos nutren las plantas con nitrógeno, fósforo, potasio, calcio, magnesio y otros elementos, de la misma forma que los alimentos nutren a los seres humanos”, explicó Sergio Godoy, Director Regional de Centroamérica de Yara, compañía noruega dedicada a la producción y comercialización de soluciones para la nutrición de cultivos.
La mitad de todos los alimentos que se producen en nuestro planeta hoy en día, tanto para las personas como para los animales, es posible gracias al uso de fertilizantes. Los suelos deben fertilizarse para mantener el contenido adecuado de elementos minerales, que los cultivos necesitan para su correcto desarrollo, mediante su absorción en el momento preciso y en las cantidades necesarias.
Sin embargo, existen algunos fertilizantes que podrían tener un mayor impacto medioambiental que otros. La elección del tipo de nitrógeno, por ejemplo, es fundamental no solo en cuanto a la rentabilidad de la explotación agrícola, sino en cuanto a la reducción de gases de efecto invernadero y su impacto en el pH de los suelos.
“Nos enfrentamos a un escenario realmente paradójico en la región. Las autoridades agrícolas y medioambientales conocen la importancia de reducir las emisiones, para evitar el calentamiento global, pero hoy todavía se promueve el uso de la urea sobre los nitratos, a pesar de ser estos una fuente de nitrógeno mucho más eficiente y con menor huella de carbono. Resulta paradójico que teniendo que reducir las emisiones de amoniaco para evitar el calentamiento global, la urea de terceros países esté sustituyendo a los nitratos amónicos europeos, fertilizantes más eficaces, eficientes y con menor huella de carbono”, afirmó Olaf Hektoen, Director de Yara para Latinoamérica.
Desafortunadamente, Costa Rica no es la excepción y el consumo agrícola de urea crece más rápido que el de los nitratos. Aunque existen metas del Gobierno para la reducción de determinados gases, uno de los cuales es el gas amoniaco (NH3), este es el único cuyas emisiones siguen aumentando. Dichas emisiones tienen origen agrícola en un 97%: dos tercios procedentes de la ganadería y un tercio de la fertilización.
Hektoen indicó: “Esperamos que Costa Rica fije su camino hacia una agricultura mucho más sostenible, que impulse la rentabilidad de los productores, pero también nos ayude a alimentar el mundo de manera responsable y a proteger el planeta”.
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