Por: Ramón Yglesias, abogado
La amistad verdadera es una virtud que está relacionada con el amor. Se ama a quien se aprecia en una relación recíproca. Cuando necesitamos un consejo, un apoyo, acudimos a quien nos parece que vive y conoce las virtudes, a quien nos quiere y desea nuestro bien, a quien nos puede orientar con sinceridad.
La amistad es una relación indispensable entre las personas, es el apoyo firme para nuestra vida y es un complemento necesario para alcanzar la felicidad.
La amistad no es camaradería
La verdadera amistad es aquella que nos sirve de apoyo para mejorar en la bondad y en la virtud. Es aquella que fortalece nuestra humanidad y nuestro deseo de cambio y de mejora constante.
Viendo las celebraciones del día de la amistad y la cantidad de buenos sentimientos y mensajes motivadores que se envían unos a otros, me pareció interesante pensar en la amistad y diferenciarla de lo que no lo es.
La amistad exige afinidad, una similitud entre varias características y en lo que ambos aprecian y buscan. Algunos amigos pueden parecer muy distintos, pero desarrollan alguna afinidad fuerte en ciertas áreas que los compromete mutuamente.
Pero la amistad no es sólo afinidad, requiere trato personal y el desarrollo de una relación de afecto. Los amigos se quieren el uno al otro y por eso desean el bien del otro. Por eso, la amistad entraña un compromiso, una decisión. Por eso también es un acto de la voluntad.
Aquí es donde debemos analizar qué tipo de amigos tenemos y queremos. La relación de amistad no puede ser líquida, es decir, no puede ser indiferente. El amigo siente el mal y el bien del otro y está dispuesto a ayudarlo en caso necesario. Quien no tiene esa disposición, no es amigo, aunque tenga afinidad y cercanía.
La amistad tampoco puede quedarse en la camaradería, pues aunque es un elemento necesario, no es suficiente. La amistad sobrepasa la camaradería para interesarse por el otro y, en caso necesario, nos lleva a comprometernos para llamar la atención al otro con firmeza y cariño. Los amigos asumen el riesgo.
El amigo no tolera el mal
Hoy día, en la época de la “tolerancia” mal entendida, podríamos caer en el error de callar frente a los amigos, nos abstenemos de intervenir y de advertir los peligros y los riesgos de una determinada conducta. Eso nos podría llevar a la indiferencia que es precisamente lo contrario de la amistad. Si no nos interesa apoyar a nuestro amigo para que mejore, si no tiene importancia para nosotros su vida, entonces no somos amigos.
Es cierto que debemos respetar a los demás y sobre todos a nuestros amigos y aceptar las diferencias legítimas que tengamos con ellos, pero la amistad nos obliga a darle nuestra opinión sobre lo que consideramos está haciendo mal para no caer en la indiferencia que negaría nuestra amistad y nos transformaría en personas insensibles y “compañeros” inútiles. Nos convertiría en camaradas egoístas a quienes sólo interesa una relación placentera sin ninguna entrega ni compromiso.
La indiferencia no ofrece ningún apoyo ni ayuda. ¿Qué pensaríamos de alguien que nos vio tomar malas decisiones, actuar incorrectamente y no nos advirtió el riesgo que afrontábamos?
Las personas siempre tenemos la oportunidad de cambiar y mejorar y la amistad es el apoyo más firme y confiable en esa tarea. Por eso la amistad es una virtud que se fortalece con el trato constante y sincero, se manifiesta en el afecto, en el apoyo al otro. No se manifiesta en el desinterés ni en la indiferencia. La amistad entraña un compromiso con quien queremos y eso nos involucra necesariamente. La amistad nos compromete y nos impulsa a ser mejores pero juntos, no solos.
¡Feliz mes de la amistad!
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