
Por: Lic. Ramón María Yglesias Piza
Mi esposa se fue de convivencia. Es una actividad que ella disfruta mucho y por eso a mí me complace que vaya. De todos modos, es solo una semana. Cuando la dejé en la casa de convivencias, pensé aprovechar estos días para realizar mis tareas de manera más puntual y ordenada. Podré salir más temprano porque no habrá que compartir el desayuno y estaré más libre. Pero desde ese día, las cosas no funcionaron bien.
El primer día me sentí bastante perdido, a cada tanto pensaba en llamarla para contarle algo o consultarle alguna cosa pero recordaba que no estaba y que no debía molestarla.
Al día siguiente, no me levanté tan temprano como me había propuesto. Entonces pensé: “Bueno, desayunaré con mi hijo menor, lo acompaño para su salida al colegio, realizo mis tareas cotidianas y me voy a la oficina”. Pero las cosas no resultaron así, esa mañana anduve perdido, no me enfocaba y perdía el tiempo soberanamente. Algo no me calzaba.
Fueron pasando los días y la situación empeoró. Estaba desorganizado, perdido, descoordinado. No estaba aprovechando el tiempo como me lo había propuesto; es más, en todo tardaba mucho más que cuando ella estaba.
De pronto me di cuenta de que me faltaba algo, me faltaba ella.
Estoy casado desde hace 37 años y nos conocemos desde hace 42 años. Ese tiempo juntos y el empeño diario y constante por acoplarnos mejor ha tenido frutos. Ahora me doy cuenta de que el matrimonio es una vocación, un llamado especial de Dios que nos quiere juntos: “No es bueno que el hombre esté solo”.
El acoplamiento no es anulación
Con los años, ella ha ido fortaleciendo sus propias convicciones y ha marcado bien sus territorios. Cuando nos conocimos, me gustó su personalidad, su buen gusto, el color que imprimía en mi vida con su alegría y ese toque amoroso y femenino que le daba a todo. Pero tenía su carácter y su genio. Había que respetarlo. Hoy día, no hace falta mucho espaviento, con una mirada o un gesto lo entiendo, acato y obedezco de inmediato. Algunas veces reclamo un poquito, pero con mucho cuidado y cariño; si se me va la mano termino perdiendo.
Nos amamos mucho y eso es indudable, pero ese amor no es gratuito ni producto de la inercia. Sé que ambos hemos hecho un esfuerzo por acoplarnos mejor, por vivir juntos con alegría y enfrentar los retos y problemas con solidaridad. Por perdonarnos y recomenzar. Por eso, hoy que se ha ausentado por unos días y yo sigo en las tareas cotidianas me siento perdido. Probablemente ella la esté pasando mejor porque está en una actividad diferente. Pero a mí me hace falta la mitad para poder caminar y enfrentar la vida cotidiana.
El matrimonio es una vocación maravillosa que Dios nos ha regalado, pero como toda vocación requiere una respuesta diaria y, después de tantos años, creo que ambos hemos respondido bien. Pero lo mejor de todo, es que, aunque éstos son los mejores años que hemos vivido, tanto ella como yo siempre queremos mejorarlos.
¡Qué hermoso es vivir la vida con entrega y entusiasmo, porque los retos se convierten en aventuras para compartir!
- Evento buscará fondos para alimentación de niños y niñas en vulnerabilidad - 29 de mayo de 2023
- ONG pide a la Asamblea Legislativa aprobación del empaquetado neutro de tabaco - 26 de mayo de 2023
- Paisajismo en la Galería Nacional - 24 de mayo de 2023
Comentarios