
Por: Ramón María Yglesias Piza, abogado
El voto público no produce transparencia en la decisión, permite control. Es el medio que se utiliza en los regímenes totalitarios para la legitimación del poder del tirano.
El recurso al voto en las decisiones constituye una victoria reciente de la civilización, sobre todo por el carácter general que se le ha reconocido en la toma de decisiones en todos los ámbitos y en muchos procesos de elección.
A lo largo de la historia ha existido la votación, con mayores o menores limitaciones según el sexo, la edad, el capital, el color de la piel, etc., pero su ejercicio en forma libre y secreta es una victoria reciente.
No es sino en la historia reciente que se reconoce el voto como un derecho ligado a la ciudadanía y a la dignidad de la persona. Pero el voto secreto es el mejor reconocimiento del valor sublime del voto y se le asocia con la libertad de determinación y de conciencia del hombre.
El voto secreto permite a la persona la manifestación de una decisión libre y responsable. Cuanto mayor importancia tenga la decisión, mayor garantía debe darse a su carácter secreto, porque el voto es la manifestación de una decisión libre y la libertad siempre se ejerce de manera responsable, al asumir las consecuencias de la decisión.
En los regímenes totalitarios o absolutistas donde la primera garantía que se suprime es la libertad de pensamiento y de decisión, se define siempre el carácter público del voto para la toma de decisiones, precisamente porque de esa manera se ejerce un control absoluto sobre la decisión y se fortalece el poder hegemónico del tirano. Por eso, en los regímenes totalitarios, las decisiones siempre son unánimes.
Por eso he visto con profunda preocupación la exacerbada tendencia para establecer el carácter público del voto, así como la aprobación legislativa, en primer debate, de una reforma legislativa para que los nombramientos que debe hacer la Corte Plena se realicen mediante voto público. Espero que la Corte Plena se oponga radicalmente a esta decisión, que le deberá ser consultada, porque no conviene a la institucionalidad libre y democrática de Costa Rica.
El voto público generará componendas y compromisos que se podrán controlar. Con el voto secreto, aunque se pueden proponer alianzas, su control es más difícil de ejercer y siempre, en el reducto más recóndito de la conciencia del votante, éste podrá tomar una decisión libre. El voto público impide esa decisión libre.
Dirán que el voto público se puede ejercer por alguien valiente. Puede ser cierto. Pero no parece razonable que en todas las decisiones debamos ser heroicos. En cambio, es más sencillo y genera mayores garantías que el voto sea secreto, libre y responsable.
La responsabilidad se exige cuando hay libertad de decisión; si no hay libertad, la sociedad y el hombre son esclavos.
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