Por: Luis Montoya Salas, Doctor en Comunicación
Todo apunta al Ejecutivo, como el designado por perversas fuerzas invisibles para orquestar la destrucción de cuanto construyó Costa Rica en los últimos 50 años, en todas las áreas: la salud, el empleo, la economía, la educación, la cultura, la agricultura, el recurso hídrico, los valores, principios y moral de los ministros de gobierno, diputados, funcionarios en general, etcétera, con un manto oscuro de pandemia envolviendo, amenazante, nuestro territorio con sus categorías sociales.
Este desastre, este caos, este pandemónium (¿debería asombrarnos?) pudo ser planificado con anticipación para su posterior ejecución por un equipo de “élite” formado por psicólogos, sociólogos de la escuela “crítica” de origen alemán con asesoría externa al cual se adhirieron ingenieros industriales, ingenieros de sistemas, informáticos, médicos, politólogos y algún periodista o comunicador. Porque tal cantidad de proyectos, leyes, decretos, acciones no se improvisa. ¡Pero si todos eran patriotas, ticos legítimos, amantes y comprometidos con su país…! Me asombra, por tanto, el celo, la velocidad, el empeño inusitado por dejar montada la mal llamada “nueva normalidad”, antes del fin de este gobierno.
Entrampados y engañados, en un diálogo de sordos
¿Habría logrado el nivel de perversidad, frialdad, desprecio de los actuales gobernantes: desde el Ejecutivo, el Legislativo, el Judicial y ahora, uniéndose a la orquesta, el Tribunal Supremo de Elecciones, hacer caer a los grupos de diálogo en la trampa maquiavélicamente tejida desde el Ejecutivo, a sabiendas que no alcanzarían resultados rigurosos, objetivos y técnicamente sustentados en su equilibrio de lógica ejecución y de “bendición”, en razón del as escondido en forma de fuerzas invisibles pujando detrás de todos los asuntos ventilados? O, por el contrario; si consideramos la presencia de una relación inversa de indiferencia, parálisis, incapacidad de acción de los grupos organizados: colegios profesionales, universidades públicas, congregaciones religiosas, municipios, empresarios, agricultores, sindicatos, etc. ante el empuje decidido del actual gobierno vale preguntarse: ¿existiría, a priori, una complicidad compartida camuflada de bienestar material, laboral, educativo y social, en general del pueblo costarricense, jugando un macabro papel de grises, enmascarado por una retórica de defensa de los intereses populares?
Una Costa Rica irreconocible, entierra su cabeza en la arena de la indiferencia
No por esconder la cabeza dentro de la arena, como el avestruz, capearemos el vendaval que nos azota. Ni desaparecerá… Y sin embargo, nuestra actitud distante de la realidad es de tal magnitud, que perdemos el enfoque sobre la ruta sinuosa, quebradiza e inédita que se alza ante nuestros ojos y preferimos seguir soñando en el Oasis del PURA VIDA.
No es fácil identificar el origen de la indiferencia y desprecio de los ticos por su país, ante la venta, al mejor postor, de todos nuestros recursos hídricos, ecológicos, del subsuelo, etc.
Es urgente, necesaria la participación de historiadores, antropólogos, sociólogos, psicólogos, politólogos, etc. Es urgente que salgan de sus zonas de confort y se sumen a la revelación de lo que, con insistencia las empresas periodísticas se encargan de esconder porque de esto obtendrán un inmenso beneficio. ¡He aquí, una verdad incontestable!
A menos que todo lo anterior sea una “novela corta de humor negro”, se desdibuja, en lontananza, la incertidumbre: al concluir esta administración (con minúscula), las últimas riquezas de Costa Rica habrán sido arrasadas y la dignidad de todo un pueblo mancillada. Los chupa-sangre del Poder, a reventar de tanta riqueza. ¿Y el pueblo tico? ¡Que gane La Liga. Porque la “casa” se respeta!
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